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28 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 13 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

‘La llamada de la tribu’ (I)

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Francisco Barbosa

Ph D en Derecho Público Universidad de Nantes (Francia).

Docente Universidad Externado, @frbarbosa74

 

El escritor peruano y premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, autor de múltiples novelas, cuentos, obras de teatro y ensayos, se la jugó para contarnos a través de su último libro La llamada de la tribu (Alfaguara, 2018) sus influencias ideológicas. El libro es excepcional, porque lejos de lugares comunes, Vargas Llosa toma siete teóricos del liberalismo y los explica a través de sus ideas y de su vida.

 

El ensayo aborda la obra de Smith, Ortega y Gasset, Hayek, Popper, Aron, Berlin y Revel. En las semblanzas que hace Vargas Llosa existen dos reflexiones cruzadas. La primera, que el liberalismo es un antídoto para enfrentar el espíritu tribal de los populismos, totalitarismos y nacionalismos que, sin duda alguna, han sido las grandes enfermedades sociales de la era republicana en los dos últimos siglos. Y, la segunda, es que solo a través de los regímenes de libertad es posible construir sociedades solidarias que propendan por la equidad y la igualdad. Sin libertad, no puede alcanzarse el desarrollo de los Estados sociales que otro autor como Ignacio Sotelo explicó de forma magistral en su libro El Estado social (Trotta, 2010).

 

Del libro de Vargas Llosa se pueden analizar algunas ideas que considero fundamentales para el entendimiento de múltiples aspectos en la actual discusión pública no solo en Colombia, sino en el mundo.

 

Con Adam Smith se destaca la inclusión de lo que él llama los sentimientos morales en los actos económicos y sociales. Quién puede dudar que la confianza no es un vector definitorio del funcionamiento adecuado de la economía o que la famosa “mano invisible” en términos del escocés no es otra cosa que un movimiento propio derivado de la organización interna en una sociedad.

Ortega y Gasset nos pone de presente, en su infinidad de textos, la obsesión por la idea de Europa y su ataque frontal contra los extremismos. Veamos lo que señala en su libro España invertebrada y otros ensayos (2014) citado por Vargas Llosa: “Las teorías nacionalistas, los programas políticos del regionalismo y las frases de sus hombres carecen de interés y son en parte artificios. Pero en estos movimientos históricos, que son mecánica de masas, lo que se dice es siempre mero pretexto, elaboración superficial, transitoria y ficticia”. Esa tesis de la existencia de la masa es fundamental y fue retomada por el premio Nobel de Literatura Elias Canetti en su majestuoso libro Masa y poder.

 

El caso de Hayek es interesante, porque vivió un momento de esplendor teórico, que le permitió atacar las acciones de planificación económica de los Estados. Para el austriaco, la planificación económica tiene dos grandes problemas. El primero, el control económico que se intenta ejercer desde el Estado y, por el otro, la desaparición de las libertades y la instalación de la dictadura (pág. 121).

 

Hayek considera que todo socialismo, al poner en marcha la planificación económica, acaba la competencia y la propiedad privada y establece automáticamente un mecanismo que liquida el pluralismo político y las libertades.

 

Fue promotor a través de sus libros de la libertad, legalidad, individualismo, propiedad privada, mercado libre, derechos humanos y paz, a los que consideró como “órdenes espontáneos”, es decir, instituciones pragmáticas que se fundamentan en la experiencia vivida.

 

Discutió teóricamente con Milton Friedman, a quien atacó por su “ilegible” política monetaria. Al igual que se distanció de Keynes, quien promovió sus tesis sobre la participación del Estado en la economía. Sobre ese aspecto, un autor como Karl Polanyi, en su libro La gran transformación, acompaña a Keynes cuando señala que la economía debe insertarse en el cuerpo social.

 

Hayek terminó su vida escribiendo sobre sistemas de gobierno en el marco de su teoría liberal. En uno de sus libros, Camino de servidumbre, nos recuerda Vargas Llosa que Hayek señaló la diferencia entre los gobiernos dictatoriales y los totalitarios: “A los primeros les interesa el ejercicio del poder autoritario y nada más ejercitarlo (y a menudo robar); a los segundos, en cambio, aunque también suelen robar, les importan las ideas que ellos consideran verdades absolutas y por eso hacen esfuerzos inauditos para inculcárselos al público” (pág. 129).

 

En fin, un ensayo muy interesante que nos muestra múltiples caras de la libertad y que nos permite comprender nuestro tiempo.

 

Pd. En la próxima columna continuaré esta reflexión sobre la libertad en el libro de Vargas Llosa tomando el abordaje teórico de Popper, Aron, Berlin y Revel.

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