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25 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 9 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Columnistas

El valor del Derecho Laboral, excusa para una despedida

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Sala Edición 5 - Imagen Principal

Ana María Muñoz Segura

Profesora asociada Universidad de Los Andes

anmunoz@uniandes.edu.co

 

En varios espacios he hecho mención a la existencia de una corriente algo fatalista sobre el futuro del Derecho Laboral. Se afirma entonces que ya no existe, que se está extinguiendo, que está mutando hacia las iniciales figuras de carácter civil que creíamos superadas, que estamos en una sin salida, entre muchas otras afirmaciones. Sin embargo, como todos los cambios, creo que solo estamos ante una transformación.

 

Es una nueva revolución industrial, que ya no se evidencia con chimeneas que llenan de humo el aire, sino con medidas tecnológicas que todos los días cambian y sorprenden, con comunicaciones cada vez más rápidas, con un nuevo tipo de empleado y nuevos espacios laborales, con movilizaciones de ciudadanos en busca de puestos de trabajo, algunos de ellos con fuertes derechos conseguidos a lo largo de los años y otros precarizados. La realidad nos muestra, entonces, diversas situaciones que plantean retos a diario.

 

Y es por eso que es posible concluir que, al contrario de lo que algunos piensan, es un gran momento para el Derecho Laboral y la seguridad social. Es el momento de repensarlo, de adecuarlo a las necesidades económicas sin perder de vista la protección de los derechos de los trabajadores. Es necesario reivindicar la existencia de un Derecho Laboral de coincidencias, deliberativo, inclusivo y respetuoso. Es el momento de una seguridad social solidaria, igualitaria, que dignifique y ofrezca realmente el bienestar social, hay que recordar que no es gratis que los grandes modelos de aseguramiento surgieron, precisamente, en momentos de crisis, de cambios.

 

Cuando estudié Derecho, no dudé nunca de que lo que me gustaba era el Derecho Laboral y después fue la seguridad social la que llamó toda mi atención. Y aunque trabajé en algunas empresas, decidí cambiar mi vida y dedicarme a lo que me apasionaba: enseñar. Lo he hecho durante más de una década, y además de orientar en los temas propios del Derecho Laboral y, sobre todo, de Seguridad Social, intenté que algunos estudiantes vieran su valor, las posibilidades que este generaba, la necesidad de construirlo y repensarlo. Con solo uno que en la clase se interesara, había valido la pena.

 

Hoy, después de tantos años dedicada exclusivamente a la academia, voy a hacer un paréntesis para cumplir una exigente labor, la de ser juez. Y aunque los alcances de esta labor pueden variar según quien la defienda o critique, creo que es otra forma de dignificar el Derecho Laboral. Es el medio para entender que cada asunto es importante, el medio de resolver la situación de alguien. Es la aplicación normativa, pero también es la forma en que dos visiones diferentes dialoguen.

 

Por eso, hoy me despido de esta columna, del ejercicio mensual que significaba pensar y buscar un tema interesante y, sobre todo, de la posibilidad de plantear mis opiniones. Gracias a Blanca Cano y, hoy, a Ximena Herrera, y a Pedro Antonio Molina, editor de este periódico, por sus gestiones y paciencia en este trabajo, así como a todas las personas que hacen posible la publicación editorial. Gracias no solo a Legis, por su generosidad, sino, y especialmente, a aquellas personas que leyeron todas o algunas de las columnas, aquellos que controvirtieron de manera respetuosa mis visiones, quienes las ampliaron o me dieron ideas, me escribieron y de diversas formas enriquecieron esta experiencia, o como decía Dostoievski, “hay gentes a quienes damos las gracias solo por haberse atravesado en nuestro camino”.

 

No hay que perder entonces la fe en el Derecho Laboral, en el papel constructor y de coherencia social de la seguridad social, en su poder como agente de cambio, y en que todos los que creemos en su necesidad y existencia, podemos engrandecerlo desde el lugar que estemos. 

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