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24 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 6 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Ámbito del Lector

Opinión / Ámbito del Lector


Sobre el artículo ‘Cuando todo comenzó a moverse más rápidamente’

26 de Noviembre de 2015

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Nota:
16452

(Nos complace publicar, de nuestro leído columnista Antonio Vélez, matemático e investigador científico, su comentario sobre el artículo de Tito Livio Caldas ‘Cuando todo comenzó a moverse más rápidamente’, publicado en nuestra anterior edición).

                                                                                                                                                                                                                  

En Cuando todo comenzó a moverse más rápidamente, artículo de Tito Livio Caldas para ÁMBITO JURÍDICO, el autor se atreve a inventar una historia prehistórica, usando los mismos procedimientos de la evolución biológica. Y digo “inventarse”, pues para reconstruir el pasado remoto, y este es de los más remotos, el autor debe “inventar”, es decir, reconstruir un pasado del cual no queda ningún registro. Y Tito lo hace con sabiduría, con agudeza y un poco de clarividencia. La reconstrucción del pasado debe ser congruente, debe ser posible y, ante todo, debe ser creíble. Se trata de la reconstrucción de los orígenes de la economía y del mercado con todo lo que ello arrastra. Para esa reconstrucción, es necesario devolverse muchos milenios atrás, cuando ya el hombre poseía un lenguaje, aunque fuese incipiente, pero suficiente para transmitir información, y, además, cuando el hombre ya disponía de cierta holgura de bienes, de sobrantes.

 

Tito arranca por el principio, por el trueque. Quizás sea esta operación la principal, el eje sobre el cual se iría más adelante a mover el mundo económico de los humanos, “a moverse más rápidamente”. Y debió ser básico en la sobrevivencia de los primeros grupos humanos, que dependían del azar climático, del azar de los agentes destructores, del azar de los vecinos indeseables. Porque el mercado es trueque, porque los regalos son una forma de trueque, porque hasta la cortesía lo es: cuando somos atentos con el vecino estamos haciendo una especie de trueque: palabras y actitud amables, como pago de bienes recibidos en esa misma forma, o bienes concretos, tangibles, dádivas. Y a partir del trueque como poderoso motor, se va desarrollando una parte importante de la historia de los grupos humanos, separada por Tito en seis etapas bien definidas:

 

1. Un impulso al desarrollo del lenguaje, sin el cual el intercambio de bienes habría sido imposible.

 

2. El inicio de las matemáticas, en este caso de la aritmética, pues el hombre primitivo debía  llevar una incipiente contabilidad, para saber de qué tamaño eran sus posesiones y sus compromisos futuros con los de los grupos vecinos. Había que contar, sumar y restar.

 

3. La división del trabajo: cada cual a lo que sabe o a lo que le queda fácil de hacer. Así los grupos humanos comienzan a especializarse: primero dentro del mismo grupo, después entre grupos.

 

4. La evolución del crédito, fruto de la confianza que se haya ido desarrollando entre vecinos. Hoy por ti, mañana por mí. Hoy me sobra, luego “toma vecino; mañana me lo devolverás”.

 

5. El quinto paso evolutivo es bien importante: se descubre el “dinero”, y su papel crucial en el intercambio de bienes: para regularlo, para facilitarlo, para hacerlo fluido, para hacerlo confiable, para que funcione a largo plazo. El dinero, ese bien “ilusorio”, esa “mentira útil”, pero esa mentira en la que creemos todos sus usuarios; esto es, una buena  “mentira”, y difícil de falsificar porque los humanos…

 

6. Por último, aparecen los escondites del dinero, los “bancos primitivos”, los que permiten el ahorro, la acumulación, el enriquecimiento. El capital comienza a crecer en manos de unos privilegiados, o de los más competentes. Aparecen las clases económicas.

 

En suma, Tito Livio es osado, pero su historia es muy factible, y, ante todo, Tito es pionero en la idea de estudiar, bajo la lupa evolutiva, un proceso que por su misma naturaleza ha quedado sepultado para siempre, un proceso que no deja fósiles que permitan hacer una reconstrucción fiel y detallada.

 

No nos resta más que felicitar a Tito Livio Caldas por su atrevido trabajo, por ponernos a pensar.

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