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19 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 3 horas | ISSN: 2805-6396

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Especiales / Obras del Pensamiento Político


‘El capital’, de Karl Marx

01 de Octubre de 2014

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Nota:
19837
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Por Alberto Sánchez Galeano y Andrés Mejía Vergnaud

 

Hace algunas semanas, presentamos en esta sección un escrito que, decíamos entonces, contenía tesis filosóficas sustanciales pese a ser esencialmente una proclama política. Nos referíamos al Manifiesto del partido comunista, que lleva la firma de Marx y Engels, aun cuando es Marx el responsable de su núcleo filosófico. Hoy, el camino de las grandes obras nos lleva otra vez a Karl Marx, pero no ya a un breve escrito, sino a la más voluminosa y compleja de sus obras –tal vez por ello también la menos leída–: El capital.

 

Marx, decíamos, fue un escritor muy prolífico. En su juventud se concentró en desarrollar su filosofía, con temas como el materialismo y el concepto de historia como constante lucha de clases. Más tarde en su vida, hizo el propósito de componer un gran volumen que estableciera las bases teóricas de su visión de la historia y la economía. Fruto de esa exploración emergieron una obra de tres volúmenes y notas manuscritas destinadas a otro más. Durante la vida de Marx, solo se publicó el primero.

 

En la fiebre de la Economía Política

Situémonos en la época: la ciencia económica propiamente dicha era aún una disciplian joven, y se le conocía como Economía Política. Pero los grandes autores ya habían dejado sus tratados, y particularmente tres de ellos eran de gran influencia: Adam Smith, David Ricardo y Thomas Malthus. Marx los leyó a todos, y construyó su propio tratado, el cual, si bien se inscribe dentro de la tradición conceptual de esa temprana Economía Política, produciría una gran ruptura.

 

El capital, podría decirse, dedica sus numerosas páginas a exponer y sustentar una tesis: la de que el capitalismo solo es posible gracias a la explotación del trabajo asalariado. El trabajo, en esta teoría, produce una plusvalía que es apropiada por el dueño de los medios de producción, es decir el capitalista. Dicha apropiación es posible gracias a la estructura jurídica de la sociedad que Marx llama burguesa. Con un tono determinista, Marx sostiene que dicha estructura lleva a un inevitable colapso, por la vía de la reducción de las tasas de ganancia y del empobrecimiento y la expansión de la clase obrera.

 

Una obra compleja

Toda presentación de El capital, por somera que sea, depende de dos asuntos determinantes, uno exterior a una obra que ha sido más vilipendiada que leída y otro relacionado con su estructura. En primer lugar, la percepción política del concepto de marxismo al uso, que determina, dependiendo del momento, la relevancia o la irrelevancia de la teoría marxista en el debate público. En segundo lugar, la intrincada estructura analítica de un libro que trata de describir la lógica de la evolución social de la civilización moderna explicando la naturaleza de la mercantilización, el más característico, largo y complejo de sus fenómenos.

 

La lógica de las formas de producción

Si bien, como decíamos, la obra abarca tres extensos libros, el primero, que fue el único publicado en vida de su autor y resume la totalidad del proyecto, puede dividirse en dos grandes bloques metodológicos complementarios (uno sociológico y otro económico) que se articulan a partir de las llamadas “leyes de la producción capitalista” (teoría del valor, teoría del plusvalor y proceso de acumulación): un conjunto de explicaciones que buscan dar cuenta de la incidencia del modelo de producción de las incipientes sociedades industriales en las diferentes formas de organización social. ¿Cuál es la dimensión de esta incidencia? Para Marx, son las formas y condiciones de producción las que determinan las estructuras sociales, estructuras que dan forma al tejido de actitudes, acciones, intercambios y tensiones que tienen lugar entre los individuos. Estas formas de producción, sin embargo, no son resultado de factores erráticos y aislados, sino que obedecen a una lógica propia, esto es, son sus necesidades inherentes las que determinan su transformación, dando origen a un nuevo entramado de necesidades que mantendrán en movimiento el proceso productivo. ¿Pero en qué consiste este proceso productivo en El capital?

 

El concepto de valor-trabajo

La organización de la supervivencia, y la transformación de la naturaleza de todas las sociedades, dependen de la creación de los bienes y servicios necesarios para su reproducción y del establecimiento de las normas que permiten no solo la convivencia cotidiana, sino su supervivencia a largo plazo. Las leyes de la producción capitalista explican la naturaleza del intercambio mercantil, intercambio que determina la forma por excelencia de la economía tal como hoy la conocemos. Es este el punto de partida de El capital. La incipiente sociedad industrial de la agitada época de Marx no se organizaba ya en torno a los diferentes tipos de solidaridad y trueque que primaban en las formaciones sociales de la antigüedad, sino en torno a las reglas del intercambio de mercancías y servicios. Las cosas que se compran y se venden son “valores de uso”, esto es, poseen utilidad sea que se intercambien o no. El mercado normaliza y habilita estos intercambios por una cantidad determinada de otros bienes útiles, una propiedad que en El capital recibe el nombre de “valor de cambio”. Dado que los intercambios no son esporádicos ni casuales, sino que constituyen la norma del mercado, el valor de una mercancía (que tiene muchos valores de cambio) se determina, para Marx, por el tiempo de trabajo necesario para producirla. ¿Qué lo lleva a otorgar al trabajo el papel de núcleo duro del valor? Dado que es el único aspecto cuantificable presente en todas las mercancías, es la única magnitud, el único fenómeno capaz de recoger los factores materiales y simbólicos que determinan la existencia de la demanda social para crear una mercancía.

 

Las condiciones de creación de la mercancía, específicamente los medios necesarios para hacerlo, constituyen el nudo de El capital. Las transformaciones y traumatismos sociales ocasionados por la Revolución Industrial llevaron a la desaparición de las sociedades tradicionales y de sus dinámicas de producción e intercambio, lo que a su vez engendró un complejo sistema de estratificación que heredó ciertas dinámicas de subordinación del ordenamiento feudal, pero no sus determinantes. Lo que determina esta nueva forma de intercambio no es el mero trueque entre una mercancía y su cantidad equivalente en dinero, sino la inversión de dinero para la adquisición de mercancías que permitan dar marcha a un proceso de producción cuyo resultado se vende para adquirir más de lo invertido. El “capital” no es otra cosa que este proceso de valorización, un proceso de incremento del valor inicial.

 

La conversión de este incremento en finalidad social dominante determina las nuevas dinámicas de subordinación e intercambio. El mercado de trabajo permite al capitalista hacer uso de ciertas capacidades humanas como si fueran mercancías comunes y corrientes, mientras que obliga al trabajador, que no dispone de medio alguno de producción, a vender su fuerza de trabajo. Este fenómeno, esta nueva dinámica de intercambio de mercancías y capacidades en la que unos acumulan y otros venden su fuerza, es un fenómeno históricamente inaudito que cambió para siempre las relaciones entre los hombres. Entender y explicar su complejidad es la finalidad de El capital.

 

El antagonismo de clases

La lucha de clases (el antagonismo histórico entre los poseedores de los medios de producción y quienes venden su fuerza) constituye uno de los legados más poderosos y menos elaborados teóricamente de Marx. Esta tesis, que marcó la lectura de un libro que ha engendrado revoluciones, no recibe en El capital una elaboración más profunda que la destinada en el Manifiesto comunista. Sin embargo, su papel como catalizador es crucial en el intento de comprensión y descripción de la genealogía profunda de nuestro tiempo, una época de tensión entre las transformaciones de la Revolución Industrial y el apetito de emancipación política de los desfavorecidos.

 

Un epílogo sin fin

El capital tuvo la desgracia de ser apropiado masivamente como catecismo. El siglo XX en particular vio la fiebre del marxismo dogmático transformarse en revoluciones y en regímenes en los cuales esta obra se veneraba como se venera en una religión el libro fundador. Pocos lo leyeron. En la teoría económica, su teoría del valor vino a ser desafiada por la revolución marginalista. En la economía mundana, los regímenes supuestamente inspirados en el libro colapsaron, y el capitalismo ha mostrado una gran habilidad para reformarse y sobreponerse a sus crisis periódicas. Pero no se ha evaporado la importancia de El capital como gran hito en la historia del pensamiento económico y político.

 

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