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Actualizado hace 1 hora | ISSN: 2805-6396

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Personaje


Jaime Vidal Perdomo, guardián del Derecho Administrativo (1931-2018)

28 de Febrero de 2018

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Manolo Villota Benítez

Redactor ÁMBITO JURÍDICO

 

Hoy, 28 de febrero del 2018, a los 86 años, falleció el jurista Jaime Vidal Perdomo. ÁMBITO JURÍDICO expresa sus condolencias a familiares y amigos y revive este perfil del maestro del Derecho Administrativo en Colombia:

 

“¡Mire!, cuando fue embajador en Canadá, muy bonito momento”, dice Clara Inés de Vidal, mientras señala una foto de tantas que reposan sobre su regazo. En ella se ve a un hombre mayor vestido de frac junto a una alta funcionaria de ese país. Ambos sonríen a la cámara. Toma el pequeño rectángulo de papel y lo mira con nostalgia. Inhala un poco de aire y combinando un suspiro con su voz exclama: “La vida se pasa tan rápido”.

 

La persona de la imagen es Jaime Vidal Perdomo, considerado uno de los padres del Derecho Administrativo moderno en Colombia. Sin embargo, detrás del doctrinante, también estuvo el profesor, el padre, el esposo, el amigo y un hombre comprometido con las instituciones del país.

 

Tolima, Bogotá y París

 

Vidal Perdomo nació en Icononzo, un pequeño municipio ubicado al oriente del departamento del Tolima, caracterizado por su cielo azul en época de verano y el puente de piedra que se formó naturalmente sobre el río Sumapaz. Aunque este lugar le dio la bienvenida al mundo, fue en Fusagasugá (Cundinamarca), donde pasó los primeros años de su vida.

 

Desde pequeño, el segundo de seis hermanos hizo gala de un temperamento fuerte, pero sereno. En aquellos años, su inclinación por la lectura fue notoria. Todo lo que pasaba por sus manos lo asimilaba con entusiasmo, comenzando por el periódico de la mañana, hasta crear el hábito de memorizar los poemas de Gregorio Gutiérrez González y José Asunción Silva.

 

Ese amor por los libros que le inculcó su padre, Avelino Vidal, lo acompañaría toda la vida para ser un motor durante sus tiempos como estudiante; primero como bachiller en el Colegio Salesiano León XIII y luego, cuando encontró su vocación en las aulas de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, donde consiguió su título en 1956, dejando atrás un historial académico impecable. Su trabajo de grado versó sobre la posesión en el Derecho Civil.

 

Al terminar su pregrado se enteró de la noticia que daría el giro definitivo a su vida: se le había otorgado una beca completa para estudiar en Francia, en la Universidad de París. La  materia no podía ser otra: Derecho Administrativo. Instruirse en Europa marcaría toda su teoría jurídica posterior. Luego regresaría para dedicarse a enseñar, para convertirse en un maestro.

 

Político y jurista

 

Recapitular la vida profesional de Jaime Vidal Perdomo con detalle ocuparía muchas páginas. Luego de su regreso de París, ejerció como docente, cargo que desempeñaría siempre en universidades como el Rosario, Externado y los Andes. Además, fue secretario jurídico de la Presidencia en el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, senador y embajador en Canadá, solo por citar algunos cargos.

 

Un capítulo aparte también merecería su papel como concejal del Nuevo Liberalismo, en donde apoyó a Luis Carlos Galán. Ambos, además de tener bastante empatía política, los unió una grata amistad. Tanto así que hace algunos años su hijo Juan Manuel Galán fue parte del homenaje que le realizaron en el Congreso de la República.

 

“Es un placer hacer este reconocimiento al amigo de lucha de mi padre. Más allá de los innumerables logros académicos, laborales, profesionales en su carrera como político y hombre público, fue un protagonista del nuevo liberalismo y vivió un Concejo liderado por él mismo”, dijo Galán.

 

Escritor prolífico, sus obras aún hoy son objeto de estudio entre funcionarios, académicos y estudiantes, especialmente la que versa sobre Derecho Administrativo, que ya tiene 14 ediciones. En su aporte al Estado, se destaca un papel protagónico en la gran reforma administrativa del país en 1968. Ahí se reestructuró la administración y se crearon nuevas instituciones como la Escuela Superior de Administración Pública. Fue tal el impacto de esta iniciativa que aún hoy sigue vigente mucho de lo implantado en aquella época.

 

Según uno de sus alumnos más destacados y quien hoy es el encargado de actualizar sus libros, Carlos Mario Molina, “sus aportes más importantes se dieron en temas de descentralización, sobre regionalización que, probablemente, serán consultadas si el país entra en ese proceso, y el tema del presidencialismo, del cual fue crítico”.

 

Todo este conocimiento y la riqueza de sus páginas no surgieron de la nada. Cada párrafo era revisado con meticulosidad. Amigos y familiares lo recuerdan como una persona disciplinada, sentado en su estudio, escudriñando en las leyes, en los textos que encontraba en las librerías de cada país que visitaba, en la doctrina francesa que fue piedra angular de su teoría. Siempre estaba buscando una nueva perspectiva, siempre quiso aprender más.

 

El hombre y el maestro

 

La casa de Jaime Vidal, encumbrada en el barrio Rosales de Bogotá, se podría decir que es el reflejo de su dueño, una edificación que se alzó a punta de constancia y trabajo duro. Diseñada por su hermano y construida piso a piso a lo largo de los años fruto de cada logro adquirido. 

 

“Un día llegó con el cheque de su último libro y dijo: con esto terminamos de pagar la casa de una vez por todas”, recuerda su esposa, Clara de Vidal. Las paredes de su hogar fueron testigos de alegrías y tristezas, siendo la mayor de estas últimas el día que cayó el Palacio de Justicia. Y también fue el lugar donde criaron a sus tres hijos, hoy exitosos profesionales, y a quienes guió bajo la consigna que forjó su camino: “haz lo que amas y ama lo que haces”.

 

 

Amante de la equitación, su deporte favorito, el cual practicó por muchos años y le trajo grandes amigos con los cuales departía en cada práctica. Disfrutaba las tertulias con conocidos y amistades donde brillaba por ser gran conversador, como lo cuenta David Luna Bisbal, quien lleva años conociéndolo: “Era un buen conversador, un hombre convencido de la profesión, nunca dudó de lo que hizo”, asegura el padre del ministro de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, David Luna Sánchez, que también fue estudiante de Vidal.

 

Jaime Castro, exalcalde de Bogotá, también hizo parte de los abogados que este maestro formó: “Fue, ante todo, un hombre de universidad en el mejor y más amplio sentido de la palabra. Riguroso investigador, analista original, profesor y jurista emérito”, asegura. 

 

Era un docente exigente. Sus clases se impartían con claridad y precisión, pero su materia solo la pasaban quienes estudiaban con el alma. Tal era la fama que tenía dentro de la Universidad del Rosario que los estudiantes hicieron con su apellido un juego de palabras para denotar el reto que imponía aprobar con él. Le llamaban jocosamente: “Vidal perdimos”.

 

La suma de muchas cosas buenas, así se podría resumir la vida de este notable jurista del que queda bastante por contar: su amor por España, la zarzuela y su afición por Santa Fe, su preocupación por una academia que forme abogados cada vez más éticos y dignos, pero, ante todo, haber sido un erudito del Derecho Administrativo, al que siempre llamó “la luz en la poterna y el guardián en la heredad”. 

 

Pocos viven para dejar un legado como el suyo, uno que trascenderá el tiempo y perdurará en quienes estudien sus libros; en sus amigos más cercanos, en sus seres queridos. Eso es lo que los grandes nos dejan, esa es la herencia de los sabios. 

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