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29 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Verbo y Gracia

Iglesia, sotana, hábito, celibato, diaconado

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Fernando Ávila

feravila@cable.net.co

Fundación Redacción

 

“Linero colgó la sotana”, “Sacerdote abandonó la Iglesia para casarse”, “Curas dejan el sacerdocio”. Estos y otros titulares similares abundaron en la prensa de los últimos días, con su inevitable cuota de inexactitud.

 

Que un cura cuelgue la sotana significa que es dispensado de sus funciones ministeriales, es decir, que ya no administrará los sacramentos. Lo de colgar la sotana es hoy por hoy una metáfora, pues alude a la vestimenta que usaban los curas en tiempos pasados. La sotana es una túnica parecida a la de magistrados y jueces. Los sacerdotes modernos visten normalmente como cualquier parroquiano, y en ocasiones especiales, con el llamado clergyman, que tiene un cuello blanco redondo de plástico duro. Se dice también que cuelga los hábitos, pues algunos de los sacerdotes del clero católico son religiosos, es decir, pertenecen a una comunidad, y su uniforme es un hábito que caracteriza su respectiva familia religiosa por su corte y color. Hoy algunas monjas siguen usando hábito, y uno que otro sacerdote lleva el suyo por tradición.

 

El cura dispensado de su ministerio normalmente no abandona la Iglesia, sino que sigue en ella como fiel común y corriente. El Derecho Canónico dice que el sacramento del orden imprime carácter, por lo que el sacerdote nunca deja de serlo, nunca es “exsacerdote”, sino “sacerdote reducido al estado laical”. Sí se han dado casos, no muchos, de curas que han dejado de pertenecer a la Iglesia católica romana, a fin de pasarse a otra que admita clero casado. Casos muy sonados han sido los de monseñor Bernardo Merino Botero, que después de ser misionero católico en el Chocó, se pasó a la Iglesia anglicana de Colombia, y llegó a ser obispo de ella, y el del padre Alberto Cutié, famoso en la televisión de Miami, que se pasó a la Iglesia episcopaliana de EE UU. Ambos continuaron ejerciendo su ministerio, como sacerdotes casados. También se ha hablado en estos días de don Giulano Costalunga, sacerdote católico italiano que se casó en abril pasado con su novio Paolo. Costalunga ha dejado muy claro en sus entrevistas que sigue siendo sacerdote y sigue celebrando cada domingo la misa, aunque no tenga el reconocimiento oficial de su obispo. 

 

Celibato

 

El celibato es la prohibición de casarse, y obliga a los sacerdotes de la Iglesia católica romana, donde ya se están dando importantes excepciones. Por una parte, desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) se abrió la posibilidad de ordenar a hombres casados como diáconos, que es el primer grado del sacerdocio. Desde entonces, a medida que han ido disminuyendo los presbíteros (segundo grado del sacerdocio) han ido aumentando los diáconos. Por otra parte, los sacerdotes anglicanos casados de EE UU que pidieron su paso a la Iglesia católica fueron admitidos a ella durante el pontificado de Juan Pablo II. Estos curas son sacerdotes católicos casados, en plena comunión con Roma, como lo están también desde hace siglos los sacerdotes católicos de Oriente, donde nunca se impuso la obligación del celibato.

 

Juan Pablo II, que cerró la puerta al sacerdocio femenino, puerta que ya el papa Francisco comenzó a entreabrir, admitió en cambio la ordenación sacerdotal de hombres casados. Así lo dijo en 1991. Fácilmente los diáconos casados, que hoy presiden exequias, bendicen matrimonios y bautizan niños, podrán presidir la misa y perdonar los pecados en el sacramento de la penitencia, cuando pasen de diáconos a presbíteros.

 

Las actuales circunstancias, entre ellas, los escándalos por pedofilia, la escasez de clero célibe y el abandono del sacerdocio por parte de cada vez más ministros sagrados, harán que la jerarquía dé ese paso, y que en un futuro muy próximo haya en la Iglesia católica romana un clero más sano emocionalmente.  

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